domingo, 6 de julio de 2014

capítulo 36

Tumbada en su cama, Anne contemplaba una foto de su familia paterna. En ella aparecía su padre a los cuatro años junto a sus progenitores y sus abuelos maternos. No había día en el que no pensara en que había disfrutado de él muy poco tiempo, y todo por culpa del malnacido de Marcos.  La familia materna de su padre era irlandesa, y los padres de su abuela materna habían luchado por la independencia de una forma que ella no aprobaba aunque les entendía. Y lo cierto era que la vena guerrera la había heredado, eso y su sentido de la justicia. Aunque difería en su forma de lograr sus fines.
El sonido del timbre la sacó de sus pensamientos. ¿Quién sería? Ni ella ni su esposo esperaban a nadie.
Mandó a una de sus criadas, temía que vinieran a acabar con su vida.
La sirvienta apareció acompañada de un joven de 20 o 19 años. ¿Por qué había ido a su casa? Ellos no lo conocían. Se llevó la mano al vientre, debía calmarse, por su bebé.
- Perdone el susto. Mi nombre es Albert. Busco trabajo. -le dedicó una cálida y tierna sonrisa. -Podría encargarme de la seguridad. -tomó la mano de Anne entre las suyas y la besó, éste gesto ofendió un poco a la joven porque le parecía que intentaba seducirla, debido a que había sido víctima de violación no le agradaba el contacto físico con otro hombre, sólo le gustaba que la tocara su marido, si lo hacía otro recordaba todo. -Sé que tiene hombres que se encargan de esa tarea... Pero uno más nunca está de más.
- Me lo pensaré... -respondió mirándolo a los ojos en actitud desafiante.
El enviado del señor Herrera sonrió en su mente. Pensaba que en breve habría podido hacer lo que tenía previsto.
Volvió dos días después y le contrataron, porque pensaban que no traía segundas intenciones. No sabían que habían abierto las puertas al enemigo. Aquel hombre iba a volar por los aires la casa y lo mismo haría con la vivienda de London y Ahmed.
El confiado Abdel enseguida sintió a aquel hombre como a un futuro amigo, pues le parecía agradable. Anne sintió lo mismo, pero dadas las experiencias anteriores no quería ya confiar sin antes conocer a fondo a la persona.
Justo por eso ordenó a varios de sus guardias que siguieran al recién llegado, pues algo le decía que se equivocaría si decidiese confiar en él.

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El señor Herrera organizó una fiesta a la que invitó a sus trabajadores cuando supo que su última adquisición había triunfado en la primera fase del plan. Pensaba que nada se torcería.

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