capítulo 37

Bastaron tres días para que las dudas de Anne sobre Albert se disiparan. Era agradable y atento y se interesaba por Abdel y ella, y a menudo mostraba interés por los antepasados irlandeses de Anne Hazin, a los que Anne apreciaba por su carácter decidido, pues todos habían luchado por lo que querían, empezando por los padres de su abuela paterna.
Ella y Abdel pensaban ya que era un gran hombre.
 Esto hizo que decidiera pasar a la acción.
Lo primero que tenía en mente era arrojar a Anne por las escaleras para que abortara. Una vez hubiera hecho eso, encerraría a Abdel  y a su esposa en la habitación que compartían y colocaría una bomba para que fallecieran. Por último iría a casa de London y Ahmed y los quemaría vivos. A ellos tenía pensado matarlos como a Abdel, pero ya no le atraía tanto la idea. Cuando hubieran expirado, mataría al bebé con un cuchillo y se quitaría la vida.
Pero no lo haría aún. Además, tal vez lo de Anne se lo pidiera a alguien. Aún tenía que decidir ese punto del plan.
Pasados dos días más, comenzó a simpatizar con Anne y Abdel, y decidió que no acabaría ni con ellos ni con ninguno de los miembros de la familia Hazin.
Dejó el empleo tras advertir al matrimonio de lo que pretendía hacer el Don para que no contrataran a nadie más y para que tuvieran cuidado y se retiró a vivir a Florida. Allí aguardaría a la muerte, pues iba a llamar al señor Herrera para decirle que no pensaba hacer lo que él quería que hiciera.
No podía ejecutar a sus amigos, les quería y haría que le mataran porque le atormentaba la idea de que se había planteado matar.
Su ejecución fue terrible, pues aquel sádico lo colgó boca abajo y lo dejó así hasta que murió.
Quemó su cuerpo y encomendó a otro el trabajo que debería haber hecho Albert, esperando que éste no dejara el encargo sin hacer como había ocurrido aquella vez. Esperaba que diera muerte a todos los miembros de la familia Hazin sin pestañear.